
Sumalé PERCUSIÓN a tu vida – El experimento cumpleañero
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El otro día hicimos un experimento. Fuimos a un cumpleaños, de esos que empiezan temprano y se extienden hasta la madrugada. Sabíamos que había que llevar instrumentos, que les gusta el canturreo. De regalo al cumpleañero, le llevamos chajchas y shakers y cuando sacamos las guitarras, hubo una especie de revolución sónica. Hasta el que se consideraba menos musical quería un turno con alguno de los sonajeros. Las cuerdas y las voces no solo se acompañaban con palmas, sino que esa música casera adquiría una nueva dimensión. De hecho, los cantos con percusión siguieron hasta la madrugada, incluso después de guardados los otros instrumentos. Fue un momento genial para todos los involucrados.
Lo que pasa es que nuestra realidad se sustenta en ciclos: el día y la noche, los años y las estaciones, etc. Y estas situaciones recurrentes se estructuran de manera rítmica. En sí, el ritmo es el ordenamiento de sucesos repetitivos y los espacios entre ellos. Nuestros días, por ejemplo, se expresan con la salida y puesta del sol y el vital tiempo entre esos dos eventos. Efectivamente, el ritmo es parte esencial de nuestras vidas, desde el primer latido del corazón, hasta el último.
Porque es cierto: tienes un órgano rítmico dentro tuyo que se comunica contigo a través del pulso. En momentos de silencio, tal vez puedes sentirlo, en algún rincón profundo de tus oídos. O tal vez cobra protagonismo en momentos de esfuerzo, cuando las pulsaciones se elevan en un potente crescendo. Esa misma pulsión vibra en la música que hacemos, nos hace mover los pies, ponernos de pie y agitar el cuerpo o simplemente cabecear, cuando algún tema nos hipnotiza con su vaivén.
Históricamente, los primeros instrumentos musicales son de percusión. Desde la época de las cavernas que venimos escuchando e interpretando rítmicas, percutiendo. Estamos entrenados para encajar rítmicamente. Es innato, genético. Aplaudimos al compás de los hits, bailamos los éxitos, meneamos las caderas. Hay algo en el cuerpo que se regocija en la expresión cíclica del movimiento.
Así es: uno se conecta con algo primordial cuando se deja llevar por el ritmo. Y las percusiones le aportan una coloratura maravillosa a la experiencia. Entonces, si aún no lo has hecho, te invitamos a experimentar. Toma un sonajero y baila con él. Deja que surja la música de esa interacción. ¡Súmale percusión a tu vida!
No pares, sigue, sigue, no pares, sigue, sigue…
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