Mi Primer Instrumento, reflexión sobre un paso crucial

Mi Primer Instrumento, reflexión sobre un paso crucial

Cuando empecé a tocar guitarra, mis padres me compraron un instrumento de bajo costo, artesanal, pa’ ver si le gusta. Esa es probablemente la estrategia número uno a la hora de probar algo nuevo, ir de a poquitito: la inversión no puede ser tan grande, si el potencial resultado es que esa novedad no se transforme en un hábito, especialmente cuando se trata de un camino, de una práctica. Dicho de otra forma, uno no quiere perder la plata. En un país como el nuestro, donde los recursos no sobran, es razonable que la economía juegue un rol, pero ¿debe ser el único?

Mientras yo intentaba hacer sonar rudimentarias escalas y acordes, mi madre tocaba bossa nova en su guitarra, instrumento de mucha más alta gama. En aquel tiempo, ella llevaba décadas de práctica y en algún momento había seleccionado esa maravilla con el conocimiento de que recorrerían un largo camino juntas. En mi experiencia con las cuerdas, algo trastocaba el algoritmo, cuando, a regañadientes, mi madre me dejaba usar aquella guitarra.

En esos momentos me pasaba algo que no podía verbalizar entonces, pero que hoy reconozco, no solo por vivencia propia, sino por múltiples relatos de profesionales y amigos. En la práctica, la experiencia de tocar la guitarra de mi madre versus la mía era enormemente más placentera. Todo sonaba mejor. Mis dedos parecían moverse más ágilmente. Los cejillos se me daban con mayor facilidad, casi como si la vihuela misma me ayudara. Era tal la diferencia que llegó un momento en que me rehusé francamente a tocar mi palo con cuerdas. 

Y la cosa es así. En general, a medida que subes en la gama (lo que implica mayor costo) el instrumento es mejor. Está hecho con mejores materiales, con mayor atención al detalle. En el caso de la guitarra acústica, por ejemplo, la madera del diapasón, la hechura de los trastes, la distancia de las cuerdas a la madera – todos esos detalles facilitan la experiencia física de tocar. Las maderas con las que se fabrica el cuerpo y la geometría de la guitarra incidirán en su sonoridad. La calidad del clavijero y del puente mantendrán la afinación constante. Y todo eso alimentará en uno la motivación, el gozo y la conexión entre instrumento, práctica y músico.

Por otra parte, es importante también considerar que, dependiendo del instrumento que escojas, éste debe ser capaz de crecer contigo y de permitir que te expreses junto a otros. O sea, con tu instrumento deberías poder explorar un rango creciente de sonoridades y tocar en grupo. Por ejemplo, una guitarra eléctrica irá reinventándose a medida que le sumes pedales de efecto o le pongas un amplificador más potente para pararte junto a otros músicos. 

Y así como es con la guitarra, es con todo instrumento. Un buen teclado no sonará igual que uno maoma. Una batería rica afinada con buenos parches te puede llevar a la gloria. Es por eso que en Love The Beat buscamos proponerte primeros instrumentos que tengan una larga vida útil, te permitan seguir evolucionando como músico y, al mismo tiempo, no impliquen préstamos en el banco. En ese contexto, estamos trabajando con marcas del calibre de Casio y Tagima, empresas que cuentan con una larga historia y un extenso catálogo, con productos de excelente precio-calidad. Estos instrumentos te acompañarán en tu desarrollo, te inspirarán, te motivarán a tocar. Por eso es importante, al considerar ese primer instrumento, hacer una inversión que no solo te muestre el mundo de la música, sino que te invite a explorarlo. Ojalá ese primer instrumento tenga el potencial de acompañarte por muchos años.

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